Fallock es un pequeña aldea perdida entre los caminos de tierra de Senegal. Situado a pocos kilómetros de la ciudad pesquera de Mbour, ni siquiera aparece en los mapas. Allí en mitad del campo senegalés, entre baobabs, se levanta un pequeño centro de salud: apenas un muro exterior y una caseta.
Como en cada proyecto, nuestros médicos dedican todo un día a atender a los habitantes de esta zona. En esta ocasión fueron dos días de trabajo intenso para nuestro equipo desplazado a este lugar y que estaba compuesto por doctores de medicina general, pediatría y ginecología.
Ya a la llegada el centro médico, decenas de niños y mujeres esperan bajo la sombra de un toldo improvisado en la fachada donde nos reciben con expectación. Al entrar al pequeño edificio, hay un pasillo repleto de pacientes. Es todo ruido y color. Un encargado intenta ordenar el caos apuntando en listas los nombres de los pacientes que le rodean gritando su nombre. Ancianos de pie, madres y niños sentados en los bancos a ambos lados del pasillo, alguna urgencia que de repente aparece … Muchos han estado esperando durante meses a que llegasen los amigos de Buba para ser atendidos.
El vaivén de pacientes y doctores que van de una habitación a otra no para. El ritmo de trabajo, la explosión de colores, el llanto de los niños, las sonrisas de los pacientes es constante…
Ya ha entrado la noche hace algunas horas cuando los médicos atienden a los últimos pacientes. Ha sido una jornada muy larga que empezó muy pronto por la mañana. La fatiga se ve en los rostros de los médicos. Fatiga y satisfacción por haber podido atender a cientos de pacientes que no tienen acceso a ningún tipo de asistencia médica.
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